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¿Es seguro comerse la placenta?

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La placenta es un órgano transitorio, con una vida media establecida y que juega un papel muy importante durante el embarazo ya que se encarga de nutrir al feto en crecimiento mediante el intercambio de oxígeno y nutrientes y también de la filtración de desechos a través del cordón umbilical.


Comerse la placenta después de dar a luz (o también llamada “placentofagia”) había sido una práctica que en la actualidad rara vez se lleva a cabo, muy posiblemente por motivos culturales, sin embargo, existen grupos minoritarios que mantienen vigente este comportamiento entre sus costumbres. En los últimos 50 años, esta práctica ha ido creciendo en muchas ciudades industrializadas. Al ingerirla, las madres buscan obtener los efectos beneficiosos atribuidos a dicha práctica, tales como, incrementar la energía postparto, mejorar el estado de ánimo, mejorar la producción láctea en calidad y cantidad, mejorar la ganancia de peso del recién nacido, así como disminuir los índices de depresión postparto.


Aunque el consumo de la placenta se ha reportado por lo menos desde el año 1500 (por ejemplo, en la antigua China se mezclaba con la leche materna como un antídoto para el agotamiento), ha habido un resurgimiento en la práctica en las últimas décadas, y especialmente en los últimos años, en Estados Unidos, Canadá y Europa.


Sin embargo, muy pocos estudios han examinado realmente qué tipo de ventaja ofrece esta práctica a las mujeres como, por ejemplo, mediante la comparación de los resultados del estado de ánimo entre las mujeres que comieron la placenta y las que no lo hicieron.


La preparación más común de la placenta es a través de cápsulas, las cuales se realizan al vaporizar y deshidratar la placenta o al procesar la placenta cruda. También se sabe que algunas personas comen la placenta cruda, cocida, en batidos o extractos líquidos.


Estas preparaciones no eliminan por completo las bacterias y virus infecciosos que podría contener la placenta. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) emitió una advertencia en contra de tomar cápsulas de placenta debido a un caso en 2015 en el cual un recién nacido presentó infección grave por una bacteria llamada “estreptococo del grupo B” después de que la madre tomó cápsulas de su placenta que contenían dicha bacteria y posteriormente amamantó al bebé. Se comprobó que la leche materna estaba infectada por estreptococo del grupo B que la madre contrajo al ingerir su placenta infectada.


Hay pocos estudios, pero parece que la placenta encapsulada tiene un poco de hierro, aunque no tanto como para tratar la anemia. Sin embargo también se ha observado que tienen suficiente estradiol y progesterona para crear un posible efecto clínico en la madre y el bebé, ya que dosis farmacológicas de estrógeno en el primer mes del posparto pueden tener un impacto negativo en la cantidad de leche, y en teoría podrían incrementar el riesgo de coágulos sanguíneos.

También se han encontrado rastros de elementos potencialmente nocivos, como arsénico, mercurio y plomo. Pero se desconoce si en una cantidad suficiente para causar daño a la madre.


Es por eso que creemos que comerse la placenta puede ser perjudicial tanto para ti como para tu bebé. Si lo que buscas son maneras de mejorar tu salud después del parto, habla con tu médico sobre alternativas médicamente comprobadas.

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