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Placenta Previa

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Actualizado: 24 jun 2021

La placenta previa es una situación que amerita una vigilancia estrecha durante el embarazo y que ocurre cuando la placenta se implanta en un lugar no habitual obstruyendo de manera total o parcial el cuello uterino, es decir, el camino de salida por el cual nacerá tu bebé en caso de un parto vaginal. Una placenta se denomina de inserción baja cuando el borde placentario no cubre el orificio cervical interno, pero está a menos de 2 cm de él.



La placenta previa puede provocar un sangrado que en ocasiones es leve y en otras es muy grave y que pueder ocurrir durante todo el embarazo o en el momento del nacimiento de tu bebé (que generalmente es por cesárea).


Los casos con placenta previa se presentan en 1 de cada 250 embarazos, y si la placenta previa se descubre durante la primera mitad del embarazo, en general se resuelve sola para las 28 semanas a medida que el útero va creciendo.


Los factores de riesgo para presentar placenta previa incluyen los siguientes:

  • Multiparidad

  • Cesárea previa

  • Anomalías uterinas que inhiben la implantación normal (como los miomas y legrados previos)

  • Cirugía o procedimiento uterino previo (miomectomía, legrados previos, cesáreas previas)

  • Tabaquismo

  • Embarazo múltiple

  • Edad materna avanzada


En las mujeres que han tenido una cesárea previa, la placenta previa aumenta el riesgo de acretismo (es decir, que la placenta invada otros tejidos mas allá del sitio de inserción u otros órganos). El riesgo aumenta significativamente a medida que aumenta el número de cesáreas previas (de un 6-10% si han tenido 1 cesárea a > 60% si han tenido > 4).


¿Cómo se diagnóstica la placenta previa?


La placenta previa se diagnostica mediante un ultrasonido, ya sea durante una consulta prenatal de rutina o después de un episodio de sangrado vaginal. La mayoría de los casos de placenta previa se sospechan en el ultrasonido estructural del segundo trimestre, y deberá corroborarse su diagnóstico en un ultrasonido del 3er trimestre después de la semana 28 de gestación.


Un diagnóstico podría requerir una combinación de ultrasonido abdominal y transvaginal para ser mas certeros en el diagnóstico, en la ubicación exacta de la placenta y en la búsqueda de datos de acretismo placentario. El ultrasonido endovaginal, deberá realizarse por un experto y teniendo mucho cuidado en su realización para no causar sangrados o molestias en la paciente.



¿Existe algún tratamiento para la placenta previa?


No hay tratamientos médicos ni quirúrgicos para curar la placenta previa, pero existen casos en los que se detecta placenta previa en edades gestacionales tempranas durante el segundo trimestre, que después se resuelven de manera espontánea cuando se revisa nuevamente en el 3er trimestre.


Si la placenta previa no se resuelve durante el embarazo, el objetivo del tratamiento es llegar lo más cerca posible de la fecha de parto. Todas las mujeres con placenta previa requieren un nacimiento por cesárea. Si la placenta está baja pero no cubre el cuello uterino, es probable que puedas tener un parto vaginal. Tu médico ginecólogo analizará esta opción contigo, exponiendo riesgos y beneficios.


Si presentas sangrado leve durante el embarazo, tu ginecólogo podría recomendarte que hagas reposo, es decir, que evites las actividades que puedan provocar sangrado, como el sexo y el ejercicio.


Si tienes sangrado intenso, debes recibir atención médica inmediata en el centro de salud de urgencia más cercano. En algunos casos, es posible que necesites un cesárea urgente y hasta transfusión de sangre.


Es probable que tu ginecólogo planifique una cesárea en cuanto sea seguro que el bebé nazca, idealmente después de las 36 semanas de embarazo. Sin embargo, si el sangrado es intenso o si tienes varios episodios de sangrado, es posible que el nacimiento sea prematuro.


Algunas recomendaciones en caso de tener placenta previa son: evitar realizar actividades que puedan provocar contracciones, como mantener relaciones sexuales, realizar lavados vaginales, usar tampones o participar en actividades que puedan aumentar el riesgo de tener sangrado, como correr y saltar.

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