Se estima que aproximadamente un 15% de las mujeres en edad fértil practican ejercicio regularmente y que muchas de ellas desean continuar haciéndolo durante el embarazo, lo cual representa múltiples beneficios, reduciendo síntomas como las náuseas, los vómitos, la fatiga o el dolor de espalda, mejora el autoestima, incluso tiene beneficios en el momento del parto.
En general se recomienda realizar ejercicio a todas las mujeres embarazadas, tanto a las que lo realizaban antes como a las que desean iniciar hábitos saludables y empezar a realizarlo en ese momento.
Aquellas que deseen iniciar su práctica durante el embarazo deberán realizar ejercicios de poco riesgo como la natación, la bicicleta estática o la caminata moderada con una duración de 20-30 minutos aproximadamente. Si son mujeres previamente activas pueden continuar sus ejercicios, pero evitando deportes de contacto (como hockey, fútbol, basketball y voleibol), de altura (montañismo), submarinismo (buceo, snorkel), con riesgo alto de caída (alpinismo, patinaje, gimnasia y equitación) y los que tengan riesgo de trauma abdominal.
La mayoría de las corredoras pueden continuar realizando su práctica hasta avanzado el embarazo, tratando de reducir su entrenamiento a máximo 45 minutos, las mujeres que levanten pesas deberán reducir el peso de las mismas y del número de sesiones para minimizar el riesgo de lesión muscular.
Recomendaciones del Colegio Americano de Ginecología y Obstetricia
Beber una cantidad adecuada de líquidos para prevenir la deshidratación y el mareo, esto principalmente en el primer trimestre.
Usar ropa cómoda y apropiada para permitir una buena transpiración y evitar el calentamiento excesivo.
No realizar ejercicio en caso de fiebre
Después del primer trimestre evitar el ejercicio en posición “boca abajo”, el ejercicio vigoroso o extenuante y los periodos prolongados en posición estática
No realizar ejercicios en los que sea fácil perder el equilibrio o causar un trauma abdominal, esto especialmente en el tercer trimestre.
Se recomiendan ejercicios que supongan un mínimo riesgo de lesión y que sean relativamente cómodos en el embarazo, tales como la natación, la bicicleta estática o la caminata moderada.
Las embarazadas deben de estar alerta a la posible disminución de oxigeno durante el ejercicio aeróbico y disminuir la intensidad de éste dependiendo de los síntomas.
Las actividades que comprenden estados de niveles bajos de oxigeno como el buceo y el montañismo están contraindicadas.
Tener cuidado de seguir una dieta adecuada para recuperar la pérdida de glucógeno muscular durante el ejercicio y reducir el riesgo de cetosis fetal.
La participación en deportes de competición en equipo está permitida hasta la semana 15 de gestación, sin embargo esto asumiendo el riesgo (aunque sea mínimo) de complicaciones por trauma abdominal.
Los ejercicios que requieran una marcada presión abdominal como el levantamiento de pesas deberán evitarse, especialmente en primer trimestre (esto puede valorarse según las circunstancias, considerando disminuir el peso y el número de sesiones).
Procurar hacer actividad física moderada y de forma regular (al menos 3 veces a la semana) para obtener mejores beneficios.
Interrumpir el ejercicio al sentirse fatigadas y no llegar al agotamiento.
Muchos cambios fisiológicos y físicos del embarazo continúan hasta las 4-6 semanas posparto. De este modo, los ejercicios que se realizaba antes del embarazo se deben de ir reanudando gradualmente según la capacidad física de la mujer.
¿Cuándo suspender el ejercicio?
Si existe fatiga importante, palpitaciones, mareos, respiración entrecortada, contracciones, disminución de los movimientos del bebé, salida de líquido o sangrado vaginal, suspender inmediatamente la realización de actividad física.
¿Cuándo no se recomienda realizar ejercicio?
El ejercicio en el embarazo está contraindicado en caso de
Ruptura prematura de membranas
Amenaza de aborto
Amenaza de parto pretérmino
Incompetencia cervical o portadora de cerclaje
Inserción anómala de placenta
En casos como hipertensión arterial, hipertiroidismo, diabetes mellitus, enfermedades cardiacas, vasculares o pulmonares deben ser cuidadosamente valoradas para determinar un adecuado programa de ejercicio.
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